martes, mayo 08, 2007

¡Y se hizo la luz!

No sabemos lo que tenemos hasta que dejamos de tenerlo. Hoy día, junto al agua, la luz es el otro elemento indispensable en muchas vidas. Las plantas la necesitan para crecer y nosotros para estar sanos: el sol, con mesura, es bueno y necesario. Es un elemento clave del génesis: ¡Y se hizo la luz!
Aunque yo me refiero a la otra luz, la creada por el hombre: la luz eléctrica. Todo surge a raíz de un par de apagones de larga duración en un barrio de Madrid. Si es de día, hay problemas: para cocinar, para calentar, para utilizar la radio, la televisión, el ordenador... Se va la luz y se hace el silencio. Los aparatos apagan sus motores y parece que se hace el descanso. Sólo se oyen las voces de los vecinos. El hecho de no utilizar el ascensor precisamente fomenta el encuentro con el resto de la comunidad: el saludo, el “buenos días, pues vaya faena nos han hecho, a ver si lo arreglan pronto”.
Cuando se va la luz de noche la cosa se complica. A los problemas que tenemos de día, se complica el de la visión. Uno no puede tan siquiera ni leer y, salvo que se tenga alguna luz de emergencia o algún cacharro que vaya a pilas, a uno no le cabe otra cosa que encender alguna vela que le proporcione algo de iluminación.
En los pueblos, antaño, el hecho de que no hubiera luz no era tan traumático como lo es ahora. Antes, sencillamente, las gentes convivían con pocos aparatos eléctricos: planchaban con planchas de metal, lavaban a mano, cocinaban en lumbres, encendían glorietas con buenos troncos, calentaban bolsas de agua antes de irse a la cama y hasta se depilaban sin la Silkepil. Y si el aburrimiento era atroz, un par de velas y una buena velada de cartas o algún otro juego de mesa eran suficientes.
Ahora se nos va la luz y muchas veces nos entra la angustia. Nos quitan tan bien preciado y no sabemos qué hacer.
Parece incluso que nos viene gratis, no nos paramos a pensar muchas veces la cantidad de energía que despilfarramos. Pasa como el agua, sólo que como ésta no proviene de un bien tan natural, parece que nos venga de la mano de Dios. Pero la luz cuesta... ¡vaya si cuesta! Cuesta pagarla... Pese a todo, sin olvidarnos de lo básico, ¡qué suerte los que vemos!