Madrid, la ciudad sin ley
Me toca las narices que España, por momentos, se convierta la ciudad sin Ley... para algunos. Las leyes están para cumplirse, pero me basta un simple camino desde mi casa hasta mi trabajo e ir viendo pequeñas pinceladas de pequeños infractores que quedan impunes allá por donde van.
Antes de llegar al tren , veo un recobeco inexistente para la policía, lleno de latas de cerveza y alguna que otra litrona de vidrio. Todo vacío, evidentemente. Cerveza extranjera, procedente de una tienda de productos polacos que hay justo enfrente. Castigado con 300 euros de multa. Mal visto por los jóvenes que hacen botellón por evitar que en un disco bar les cobren un mínimo de 5 euros por una copa que, a menudo, suele ser garrafón. Aunque este no es el caso: los borrachillos que aquí me encuentro de jovenzuelos no tienen un pelo.
Ya en el tren, en la estación de Atocha, veo los típicos pitilleros que se pasan por el arco del triunfo el aviso que, cada pocos minutos se repite por la megafonía: «se recuerda que, por normativa legal vigente, no está permitido fumar en todo el recinto de la estación». Y nadie dice nada, ni los miembros de seguridad de la estación. Multas de 30 a 600 euros que se echan a perder.
Por último, en el paso de peatones justo en frente de mi trabajo, ni radar ni nada parecido. Estoy harto de tener que esperar hasta 4 segundos después de que el semáforo de peatones se ponga en verde porque siempre una media de 4 vehículos cruzan su semáforo cuando está en rojo y con una velocidad superior a la permitida. Al margen de los puntos, 100 euros por el rojo y otros 300 por pisar un poquito más.
En fin... ¡Hay que ver cuánto dinero se pierde el Estado! Luego lo buscan con chorradas y subiendo los impuestos. Si hay normas, lo normal es que se apliquen para todos por igual, no sólo para unos pocos... cuando les pillan y tal porque da que un coche patrulla pasaba por ahí.
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