sábado, diciembre 30, 2006

Sadam nunca debió ser ejecutado

¡Jamás! Hoy Bush es un hombre feliz. El hombre que intentó acabar con su papi ya está muerto, ya no vive. Bush es feliz. Dijo que había armas de destrucción masiva y que por eso intervendría en Irak. Y contó con el apoyo de Blair y de Aznar (que no con el apoyo del pueblo inglés y del pueblo español). Luego nadie encontró ni rastro de esas armas. Pero da igual, la guerra ya estaba hecha, que era lo importante.
Una guerra que ha servido para quitar de en medio a un dictador, no sólo del poder, sino de la vida. Una guerra que ha dejado miles de civiles muertos y una horrible guerra civil dentro del país que los propios Estados Unidos se ven incapaces de controlar.
Ahora, con Sadam sin vida, EEUU, prepárate. Prepárate porque tu presidente ha sido quien ha iniciado un proceso que ha terminado con la muerte de un hombre cuyos seguidores radicales están tramando la venganza. La muerte jamás debería pagarse con la muerte porque, entonces, te conviertes en la misma carroña. Sadam fuera del poder ya es suficiente. Alegrarse de la muerte de alguien no creo que sea éticamente correcto. No desees para los demás lo que no quieras para ti.
Las imágenes del ex-dictador en la horca no dejan indiferente a nadie. El mundo ha asistido a los últimos minutos de vida de alguien que no debió morir. Las reacciones a esta muerte son violentas: deseos de ver morir a Bush, irakíes enfermos de alegría o enfermos de rabia, condenas a la pena de muerte, sensación de retroceso histórico (vía internet vemos un espectáculo tal como ocurría en la Edad Media)... Tiempo al tiempo, pero que no pase tanto, que luego muere Pinochet y ahí queda sin juicio ni leches.