Un día nos toca a cualquiera
Amanecemos con unos cuantos casos de violencia. En Almería el hombre que se ha cargado a no sé cuántas mujeres de su familia, en Estados Unidos el perturbado que ha matado a una chica de un centro escolar antes de suicidarse, en Galicia el hombre que ha dejado morir de hambre a su niño, en Madrid a vueltas con el joyero asesinado en plena calle esta semana... Y, lo peor, es que todos los días hay casos similares, todos con un denominador común: la muerte ajena.
Ignoro que se le pasa por la cabeza al asesino que tiene ganas de matar, no sé si sabe lo que es la muerte. Creo que sí, si no, no mataría. Lo que no sé es si sabe que la muerte también existe para él. ¿Qué pensamiento, sensación o sentimiento le impulsa a cometer tan atroces actos? Cualquier esquizofrenia, resentimiento, fantasma del pasado puede hacer que el mal, uno de los instintos más reprimidos del hombre como ser social, aflore.
Hace tres años, el Profesor San Román nos planteba en su clase de Sociología la siguiente cuestión: "¿os habéis planteado cuántas oportunidades tenéis de hacer el mal a lo largo del día?". No es por dar ideas, pero razón tenía: desde empujar a alguien la vía del metro cuando pase el convoy hasta golpear a cualquier ser humano con todas nuestras fuerzas.
Factores como el estrés, la escasez de recursos económicos, los problemas sociales y, muchas veces, las drogas, son capaces de provocar una esquizofrenia o un estado de alteración nerviosa que, sin control, puede derivar en ese impulso asesino. El dolor o rencor contenidos en uno mismo es expulsado hacia los demás, lo cual no justifica ningún crimen en absoluto.
Lo que resulta realmente escalofriante y preocupante es que todas y cada una de las víctimas jamás eligieron estar ahí el día que, por desgracia, dejaron de vivir. Como jamás lo elegiríamos ninguno de nosotros.
Ignoro que se le pasa por la cabeza al asesino que tiene ganas de matar, no sé si sabe lo que es la muerte. Creo que sí, si no, no mataría. Lo que no sé es si sabe que la muerte también existe para él. ¿Qué pensamiento, sensación o sentimiento le impulsa a cometer tan atroces actos? Cualquier esquizofrenia, resentimiento, fantasma del pasado puede hacer que el mal, uno de los instintos más reprimidos del hombre como ser social, aflore.
Hace tres años, el Profesor San Román nos planteba en su clase de Sociología la siguiente cuestión: "¿os habéis planteado cuántas oportunidades tenéis de hacer el mal a lo largo del día?". No es por dar ideas, pero razón tenía: desde empujar a alguien la vía del metro cuando pase el convoy hasta golpear a cualquier ser humano con todas nuestras fuerzas.
Factores como el estrés, la escasez de recursos económicos, los problemas sociales y, muchas veces, las drogas, son capaces de provocar una esquizofrenia o un estado de alteración nerviosa que, sin control, puede derivar en ese impulso asesino. El dolor o rencor contenidos en uno mismo es expulsado hacia los demás, lo cual no justifica ningún crimen en absoluto.
Lo que resulta realmente escalofriante y preocupante es que todas y cada una de las víctimas jamás eligieron estar ahí el día que, por desgracia, dejaron de vivir. Como jamás lo elegiríamos ninguno de nosotros.
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